Desde hace años, la capacidad de ahorro, se vio limitada por el crecimiento de la inflación y por ende, por la pérdida del valor del salario. En consecuencia, los terrenos, la construcción de una vivienda, se torna casi imposible.
Si bien, hay personas que heredan propiedades y, otras, que tras largos esfuerzos, lograr también comprar su casa, existe un porcentaje mucho más alto que no lo puede lograr.
El sorteo de viviendas del estado, se convirtió como la única esperanza para muchos para pensar a la hora de tener algo propio. En algún punto, muchas personas centran su atención en el estado como un ayudador serial y único, para tener un espacio para formar su hogar. Como una delicada pero segura dependencia para llevar a la familia.
Algunos cálculos, promueven datos exhorbitantes. Terrenos que terminaría de pagarse en años, y varios salarios completos en ellos. Limitaciones a cortar vacaciones, tiempos en familia y ni hablar de los disfrutes diarios.
Antes, había un pensamiento de que primero se priorizaba el techo. Hoy, continua el mismo pensamiento, pero no se puede salir del techo alquilado.
Por Juan Ramón Quispe
