Don Carlos, suele sentarse sobre un costado de la vereda (cerca de Gasnor) sobre calle Necochea y casi Independencia, de la capital jujeña. El, u otra familiar, venden maicenas a un precio accesible. También trata de colocar pañuelos descartables, pero tampoco desea interrumpir el pasar de los transeúntes.
Se instala pasadas las 18 hs, y mientras la gente pasa, el ofrece sus productos. El solo busca llevarse el pan para su casa, en medio de complejas situaciones económicas que trascienden a todos.
No es nada nuevo que al paso de los años, es cada vez mas dificil ser tenido en cuenta en un empleo. Pero eso no lo detiene y sale todos los días, a sentarse, haga frío o calor, al costado de la vereda.
La vida de un vendedor ambulante, es relativa en cada uno. Algunos están acompañados, otros están en regla y otros están solos. Para Don Carlos, la venta de sus productos es un logro. Si nadie compra, el no tiene que llevar a su casa. Si vende, las cosas cambian.
En un país que te liquida con los impuestos, hace cuesta arriba el camino para los emprendedores que quieren salir adelante.
Pero eso no detiene a esta hombre, que con una sonrisa, una buena educación, un saludo de paso, brinda una exquisitez para el que desee compartir unas ricas maicenas o regalar un pañuelo descartable.
En un sistema, dónde la cultura del trabajo, del esfuerzo, parece irse perdiendo en algunos sectores, este hombre, vuelve a mostrar la bandera que siempre predicaron los abuelos, acerca de que en la vida, hay que trabajar para llevar el pan a la casa.