SOCIEDAD

Cava, nunca estuviste tan cerca de tus sueños que ahora. El tren no pasa una sola vez. Por Juan Ramón Quispe

Foto: Juan Quispe

No sé si les habrá pasado, pero, ¿no sintieron que, en varias ocasiones, hemos enterrado nuestros sueños o metas? Tal vez si indagamos juntos, y miramos a nuestro interior, nos encontremos con las excusas más coherentes, pero en sí, son en realidad, resignaciones.

Una vez escuché que cuando un hombre o mujer, pierde la capacidad de soñar, esta es como un caminante sin vida.

Sin embargo, es claro que nadie entierra lo que un día fue su pasión, por gusto o placer. Sino que son muchas las razones que seguro llevan a esa DECISIÓN.

Y no es mi idea, juzgar, sino, tal vez generar un poco de incomodidad por si se desea volver a intentarlo.

Y es aquí dónde quiero detenerme un ratito. A veces, tanto estar en el suelo, nos hace mirar, oír, pensar, tal cual ese ambiente lo propone. Pero por alguna razón, a veces un destello de luz, viene de arriba y nos recuerda que alguna vez tuvimos otra actualidad. Pero el suelo ya parece cómodo y nuestro ser empieza a acostumbrarse. Reemplazamos la palabra resignación por “es lo que me tocó”. Y empezamos a tararear el típico canto de los carceleros que entonan un estribillo repetitivo: “el tren pasa una vez… el tren pasa una vez… el tren pasa una vez…”

Si el suelo no es cómodo. ¿por qué hemos de seguir ahí?

Si sufrimos cuando se escucha ese tarareo. ¿por qué lo seguimos escuchando?

Cuántas veces hemos callado esa voz de “vos lo podrías hacer”. ¿Por qué resistimos tanto?

Ahora me dirijo a vos. Tal vez, estimado amigo o amiga, tu excusa sea la mejor, pero he aquí mi consejo loco, en medio de este pequeño sismo en tu suelo.

Aprovecha el suelo para algo gigante. ¿Qué estupidez dices? Si, aprovecha, porque nunca has estado más cerca del pozo donde enterraste tus tesoros y sueños que ahora. Aprovecha tus manos curtidas y callosas. Y cava. Eso, cava. Sin pala, sin herramientas. Te puede llevar más tiempo, y lastimará tu piel la tierra endurecida. Pero es una buena oportunidad para aprovechar el suelo. Incomódate. Sácale ventaja a la gota de adrenalina y escucha el tarareo de los carceleros para multiplicar tus fuerzas e inventa más trenes para tu estación. Ey, no dejes de cavar. Aún no terminamos. Vamos, que sólo trato de distraerte del dolor que seguro sientes al meter las manos hacia más abajo, dónde también hay piedras y la tierra se pone más áspera. Dicen que cuando uno sonríe, el dolor también cede. El dolor es inevitable, sufrir si es una opción mi querido amigo o amiga. Sigue cavando. Aún queda un poco. Seguro te preguntas, ¿pero de que me servirá volver a tomar mis metas o sueños?… Tal vez para darte la oportunidad que tanto te mereces. Eso, porque te lo ganaste. Y nadie lo merece mejor que vos. No hay otro u otra vos.  Y por alguna razón dejaste ir. Si hasta Dios te hizo con sus dedos, ¿por qué no podrías vos confiar un poco más? Ya estás en el suelo, no tenemos nada que perder ¿verdad? … lo que otros piensen, para nada refleja quien realmente somos. Y desde cuando otros deciden por vos…

Espera. Llegaste. Ahora, asegúrame algo. Cuando vuelvas a mirar tus sueños, trátalos con amor, porque te mereces rodearte de amor y que el amor te sorprenda más seguidamente. Ahora, suavemente, agarra en tus manos a tus sueños y metas. Míralos como en un  plano detalle. Sonreí. Ámalos, no como a tu vida, pero si, por lo valiente que fuiste y sos. Y ahora, mirá a tu derecha lentamente. Mirá a tu izquierda, Mirá al frente. Y ahora mirá hacia arriba. Y Sonríe con todo tu ser. Y díle a tu ser interior. Gracias por volverlo a intentar. Y sal de ahí. Los aplausos son nada, cuando aprendes a valorar y levantar quien realmente sos y no lo que actualidad quiera definir. Hasta la próxima. De parte de un amigo, Juan Ramón Quispe.

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