Dentro de las capacitaciones que brindo a diferentes tipos de personas, en el marco de la Oratoria o Comunicación, las palabras “no me animo por que tengo miedo a que se rían, o se burlen”, son recurrentes. Y, cuando las analizás, con una instrospección, surge en común, a la resultante: “miedo a equivocarme”.
Creo que en algún punto, en menor o mayor medida, todos tenemos miedos. Algunos tienen más herramientas para poder lidiar con lo que conlleva.
Sin embargo, en vez de centrarse en eso, debemos al contrario, ampliar nuestro horizonte y recordar lo que sabemos en nuestro interior, como, “puedo tener miedo pero creo que soy capáz de hacerlo”. Por que el dilema que genera estaticidad es no accionar y quedarte con ese pensamiento. Por que muy en el fondo, insisto, sabemos hasta como podríamos hacerlo.
Alinear con esa voz interna de seguridad, con la realidad, cuesta. Pero para nada es imposible. Algunos alumnos suelen practicar con “mirar fijamente a sus compañeros en los talleres”, para luego practicarlo en su espacio corriente. Entonces, quieren decir que, empiezo dónde me cuesta menos, a tratar ese miedo a equivocarme, para luego, dar el paso al escalón y subir adónde lo necesito más. De esta manera, queda una resultante dónde no escondo el miedo, pero si lo gestiono.
Para finalizar, entonces la respuesta que encuentran algunos estudiantes es, darle protagonismo a esa pequeña seguridad que tenemos adentro y fortalecerla tanto, al punto de que pueda desbalancear al que tiene miedo y poder suplantar ese lugar que termina decidiendo en nuestro ser.
Por Juan Ramón Quispe
